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DEBAJO DE LOS DÍAS
PATERA
He dibujado un cielo y he esperado
después a que lloviese.
He traído hasta el mar una canoa
y después he intentado acomodar
mi cuerpo entre las olas.
He buscado la forma
de llegar hasta ti desde el lamento
y una niña ha llorado con mis ojos.
He escuchado sus gritos
y les he puesto nombre de amapolas.
Suenan lejos los tambores y unas luces
han llegado hasta aquí desde ese cielo.
Suenan lejos tambores. Una niña,
sentada en la patera, pide auxilio
y las olas parecen susurrarle
no mires atrás, no llores, busca…
Han cesado la lluvia y los tambores,
desde alta mar o llegan ya sus gritos.
He dibujado lluvia y he esperado
en vano que borrase de mis ojos
ese mar, esas olas, esas luces,
los tambores, los gritos de esa niña.
LA ESCRITURA DEL FRACASO
A un fracaso le sigue otro fracaso,
una histeria le sigue a otra, todo
parece conjurarse de algún modo
para hacer de la dicha un bien escaso.
Comienza así la noche a abrirse paso
tras la lluvia, los pies manchan de lodo
las baldosas, y la tristeza, codo
a codo con las sombras del ocaso,
difuminan el mundo conocido,
—fotografías, libros, esas cosas
sin importancia apenas que acompañan
cualquier vida— y la rabia que han traído
también los pies, escribe en las baldosas
las palabras que más y mejor dañan.
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